jueves, 8 de enero de 2009

El "Tercer Pasajero", nunca supo porqué estuvo preso

El “Tercer Pasajero, nunca supo porqué estuvo preso
Alejandro Matty Ortega/Crónica
Pasan segundos de las 7.00 de la tarde del primer miércoles del mes, se abren dos grandes rejas color “verde viejo” que el “Tercer pasajero” jamás había visto… abrirse ante él; tras éstas, dos hombres desalineados, con cigarro en mano y cargando unas AR-15 desarmaban a los compañeros de viaje como requisito para seguir avanzando.
Al descender de la camioneta tanto el chofer como el asistente saludan con efusivo abrazo a quienes con metralleta en manos los habían “despistolado”.
Pero las reglas son las reglas.
-“Qué pasó mi comandante, todo bien, qué dice el licenciado, va a dejar algo para los pobres?”
El reloj instalado en la pared color beige marca las 7.02 de esa tarde inolvidable de otoño; frente al tic-tac, un hombre corpulento que vestía una especie de uniforme y en su camiseta decía casi ilegible “Cereso”, con voz “golpeada” cuestiona al “Tercer pasajero”:
- Y tú, cómo te llamas?
-Ya le dije…
-Porqué estás aquí?
-No sé…
-Qué hiciste?
-Nada…
-Cuántos años tienes?
-25…
-Dónde vives?
-Cerca…
-Habías estado aquí?
-No…
-Tienes familia?
-Sí…
Y alrededor de 20 preguntas más que por el nerviosismo, quedaron en el olvido.
El encargado de “sopear” al visitante, amenazante ordena seguirlo a una “oficina” deprimente, que más bien parecía una celda de las que tienen en la Comandancia Norte y en la Centro… platican por ahí que son idénticas.
Dentro del lugar, en una de las paredes está pintada “una regla” vertical con doscientas rayitas y en la parte derecha enumera en bloques de 10 centímetros, del 150 al 200.
El tipo, tras encender un cigarro Alas exige que el recién llegado coloque su humanidad de espalda al diseño métrico que decoraba la “desenjarrada” pieza de concreto:
-“Mides 1.77”, señala el custodio al tiempo de soltar el humo de su boca.
Coloca dos hojas blancas con figuras cuadradas sobre una pieza de madera, en una dice:
“Derecha”, la otra…, estaba borrosa.
Pide sutil pero obligadamente que en una base de tinta azul introduzca, uno a uno, los dedos de sus manos para posteriormente imprimirlos en cada uno de los recuadros de las dos piezas de Bond que esperaban sobre una madera que simulaba un escritorio.
Una vez terminada la tarea saca un pañuelo de una de las bolsas de su pantalón y con infinita bondad sugiere:
-“Si quieres puedes limpiarte los dedos con esto”. Al no contar con otra opción, accedió a su buena intención.
Al vencer los trámites “administrativos”, más bien, de “admisión”, encamina al “Tercer pasajero” al Área de Indiciados”: Toca la puerta de metal que tiene una ventanilla; por dentro otro guardia retira los pasadores y seguros de manera intempestiva y de inmediato inicia otro interrogatorio.
-“Qué ondas `Toro`, y este joven porqué está aquí, a qué horas llegó, cómo se llama, va al pasillo, a Indiciados, a la banca, a las especiales o de plano a protección?”…
El hasta ese momento desconocido mastodonte apodado “El Toro” sólo dijo:
-“Te lo encargo cabrón”.
Al ingresar al área donde más de 30 mil primodelincuentes (que delinquen por primera vez) han pisado el concreto seminuevo de este sector y que seguramente más del 80 porciento ha repetido la acción, “El Flaco” saca de la bolsa de su camisa un Marlboro rojo y sin preguntar lo enciende y se lo entrega.
Después de compartir el primer “jalón” al cigarro e intercambiar miradas, inicia el diálogo con respuestas monosílabas:
-Es la primera vez que te traen?
-Sí…
-Me vas a contar porqué estás aquí?
-No…
-Ya le hablaste a tu familia?
-No…
-Quieres una tarjeta de 6 pesos, pero te va a costar 30, la quieres?
-Sí….
-Quieres que te encamine al teléfono público, bueno privado, porque sólo es para `juniors`, o sea, para quienes pagan por él; te llevo?
-Sí...
El “Tercer pasajero” realiza la llamada, la sorpresa tras la línea telefónica se convierte en un “baldazo de agua fría” para quien responde al visitante.
-“Nada más te aviso”, replica serio a quien con preocupación y molestia sostiene el auricular del otro lado de los muros de 10 metros que contienen, dicen, “la inmundicia de inmundicias”.
Se agotan los 3 minutos de conversación… fueron tres porque en realidad la tarjeta sólo tenía 3 pesos y no 6 como “El Flaco” había asegurado; cuelga y por primera vez en 60 minutos, pues el “Rolex” de imitación del guardia indicaban las 8 de la noche, el inquilino lanza su primera pregunta:
-Dónde voy a dormir?
Ante la pregunta anormal del “Tercer pasajero” el custodio responde:
-“Mira, primero debemos ver algunos `detalles` sencillos”…, y tira la primera piedra:
-Cuánto traes en la bolsa?
Extrañado, el visitante desliza de la bolsa trasera del lado izquierdo un solitario billete de 100 pesos. Con los ojos llenos de ilusión “El Flaco” arrebata el de a cien y revira la frase célebre de protección dentro de los penales de Sonora… “
-“Yo paro bolas mi compa”.
Con billete en mano, descuelga el llavero de su cintura y le indica al visitante que lo acompañe al Área de Protección donde pasará la primera noche del inicio del resto de su vida, pero le advierte:
-“Con los 100 sólo cubres un sueño, porque a partir de las 6 de la mañana, en el `pase de lista`, tendrás que arreglarte con el compañero… tú sabes si quieres beneficios o vas al `gallinero`, ahí no te cuesta nada, cómo ves?
El “Tercer pasajero” lejos de sorprenderse sólo asienta con la cabeza le pide que le venda dos “rojos” de la cajetilla casi vacía que enseñaba sobre su pecho. Éste toma la caja con 4 cigarros dentro y se los da sin condición alguna, además, le obsequia el maltratado encendedor Bic negro.
“El Flaco” abre el candado del Área Protegida y presenta al recién llegado:
-“Miren cabrones, el Jefe está arreglado, háganle campo y tiéndanle una colchoneta porque está cansado mi compa…
¡Escucharon!
Casi al unísono de su orden un tipo con facciones finas abrió la celda número 9 al tiempo que ofrecía al “Tercer pasajero” un vaso con jugo de naranja donde flotaban, al menos, tres hielos de cubo y como 5 semillas del cítrico.
-Soy “Solís” y tú, inicia el anfitrión y a la postre compañero del visitante… Pero pásale hombre, estás en tu casa”…
Un poco sorprendido, el “Tercer pasajero” con mirada de “rayos equis” analizaba cada uno de los rincones del cuarto.
Comenzó por el techo, siguió por las paredes y continuó por el piso.
El aspecto de los cuatro compañeros, incluido “Solís”, poco le importó, lo que sí le impactó profundamente fue sentir que estaba en la vivienda de cualquiera de sus amigos, incluso, hasta en su casa.
Era un cuarto de 3x6, con vitropiso, televisión de 30 pulgadas, a color, frigobar, microondas, estufa, alacena llena, con una cantidad de alimentos que miles de familias desearían tener:
Alfombra en la base de las camas; colchonetas, cobijas, ropa colgada y planchada, y del área de la cocina se desprendía un suculento olor a chuletas de puerco.
En la “cama” superior, una computadora Lanix con pantalla de plasma recién desempacada lista para usarse, ya que el fin de semana se “colgarían” del Internet de los Juzgados.
Luego de la presentación obligada entre los anfitriones y el “Tercer pasajero”, la invitación a cenar:
Dos trozos de chuleta, 2 cucharadas de puré de papa, guacamole, dos tortillas “sobaqueras” y el respectivo vaso de jugo de naranja.
La pantalla de la Sony marca las 11.15 de la noche…
-“Hora del cable”, dijo “El Pepe”, “pónganla en el 37, es el que me gusta”.
“El Pepe”, tras una apariencia disimulada, era el “Patrón” de toda el Área de Protección.
Dieron los primeros minutos del jueves y “El Pepe” dio la orden:
-“A dormir cabrones porque aún me quedan 8 años por disfrutar”… Para eso ya “El Solís” había colocado en el piso un “sleeping” color verde militar que su esposa le había mandado de Phoenix.
Durante las próximas horas, el “Tercer pasajero” veía pasar, desde su “cama”, los minutos rojos que salían distorsionados de la Sony de reciente adquisición.
De repente, un tubo arrastrado sobre las rejas de la puerta principal golpearon los tímpanos sensibles del visitante.
Ya eran las 6 de la mañana:
-“La lista cabrones… Aguilar, Álvarez, Amezcua, Andrade, Arvallo…”.
Con voz ronca, de tanto fumar, “El Pepe” sugiere:
-“Levántate carnalito y contesta con tu segundo apellido”.
Luego de los dos minutos que rebasan las 6 de la mañana el carcelero llama al “Tercer pasajero”…
-“Eres el nuevo? Pásale para acá… “.
Y continúa el `pase de lista` hasta terminar el pabellón protegido.
-Cuánto traes “broder”?, cuestiona el custodio…
-Cuánto quieres?, responde el visitante…
Con evidente cambio de actitud y con voz más suave responde:
-“Lo que Usted quiera mi jefe, ya sabe que estamos para servirle”.
-Bueno, pero cuánto quieres? Insiste el visitante…
-“Bueno, pues le voy a cantar la neta: si usted me da 200 pesos diarios por turno, pues lo dejo donde está, pero si mi comandante se da cuenta pos ya no serán 200 sino 500 diarios, para mí 100 y 400 para mi comanche, se hace?”
Al momento de responder, el guardia lo interrumpe:
-“Se la pongo fácil, lo que es, si no jala pos tendremos que pasarlo a Indiciados como a todos, pero se ve que usted puede estar en mejores condiciones, se le nota”.
Entra en estado de reflexión, pondera y responde:
-No sé cuánto tiempo estaré aquí encerrado, porque ni siquiera me han dicho porqué estoy en este lugar, lo único que sé es que sólo traigo 300 pesos y a como va la cosa tú y tu compañero de la noche este mismo día me los quitan...
El “Lastre”, así apodan al guardia, encorva los hombros y ratifica:
-“No pos sí”…
Se pacta el acuerdo y el “Tercer pasajero” vuelve a la “9” con sus nuevos compañeros.
-“Qué quieres desayunar?”, pregunta “El Pepe”…, y reza la lista: “Huevos con jamón, con chorizo, tocino, omelette, hot cakes o chuletas recalentadas.
-Con jugo, licuado, leche fresca, café o un maizorito? Tú mandas… “.
Antes de decidir ordenar “la carta” del 9, el visitante empieza a caer en la realidad.
-Oyes Pepe, qué va a pasar conmigo si no sé porqué estoy aquí, no sé por cuánto tiempo y como no tengo más lana, para dónde me van a mandar?
Con la experiencia marcada en los más de 700 días y noches dentro del Cereso, le responde:
-“Mira carnalito, lo único seguro es que estás dentro, sólo te queda saberte mover y la neta, como vas, vas muy bien. Tarde o temprano te van a hablar para que declares lo que tengas que declarar y te fijen fianza si te tienen que fijar y te iras si te tienes que ir”.
-“Lo que digan que hiciste no cuenta, porque sé que donde estés o hayas estado o vayas a estar, siempre sales de los pedos porque eres `un ave que cruza los pantanos y no se mancha`, lo veo en tu semblante”.
-“Así que tú disfruta de tu estancia en el mejor `hotel` de la ciudad, la mejor comida, los mejores amigos y las mejores atenciones que ni siquiera tu vieja te las va a tener, te lo juro:
-Si quieres `perico`, es tuyo, si quieres `chiva` es tuya, si quieres `mota`, la que quieras, si quieres una mamacita, te la pongo mañana… pero sé que no le pones a nada, vas a salir barato”.
-“Eres de sangre liviana y con eso aprenderás a sobrevivir, aquí adentro y afuera, sólo tienes que ubicarte en el contexto, analizar el entorno, ver pros y contras, pero sobre todo, estar siempre alerta como los gatos, entiendes…” .
Dentro de la celda continúa la plática.
Con periódico en mano el “Tercer pasajero” busca algo en la Sección Policiaca… no lo encuentra.
Parece ser que “se buscaba”, ya no en los créditos de las notas que elegante, seria y finamente redactaba desde hacía tiempo como Reportero, sino como “malandro”, pues tan “sonada” fue su detención que pensó que sus colegas lo habían “ventaneado”… pero no fue así.
Son las 4 de la tarde cuando “El Lastre” ingresa acelerado:
-“Mijo creo que ya te vas… me pidieron custodiarte personalmente hasta el Juzgado, escuché que la `cagaron` contigo, que se equivocaron de persona o que te querían echar el `muertito`, pero alguien de `arriba` dijo que son los gajes del oficio de Periodista y que te soltaran”.
-“Con razón mi jefe, ya sabía yo que estabas más limpio que las `nachas` de mi bebé, la neta que de lejos se nota; es más, aquí están los 200 pesos que me diste, no hay `fijón`, sé que afuera me puedes hacer un chingo de paros y yo estoy para servirte, ¡vamos pues!”.
Con una palmada en el hombro derecho, “El Pepe” y “El Solís” apuran al “Tercer pasajero” a su destino con la justicia.
El “Tercer pasajero”, pese a las escasas 20 horas de conocerlos, siente algo parecido a un vacío en su pecho y sostiene un sollozo y con las manos empuñadas y con la quijada apretada, camina hacia las escaleras que dan al segundo piso, al área de Juzgados.
En tanto, “El Lastre” abraza al inquilino al tiempo que le susurra al oído:
- “Mire jefe, la neta, aquí se vende coca, crystal, mota, cheve, tragos y hasta viejas, ¿cómo la ve?, si quiere le hago una lista de cuándo, cómo y quiénes la meten, distribuyen y venden aquí en el Cereso”.
Y continúa:
-“Nomás no diga quién le dijo, pero los viernes, después de la lista de las 6 de la tarde para evitar que los días de visita hagan su desmadre, el comandante encierra a todos los `paisas` y les regala un puñado de `palomas`, o sea, cigarros de marihuana para que el sábado y el domingo no la hagan de pedo”.
La frase termina abruptamente al llegar a la ventanilla del Juzgado Cuarto que ya está abierta:
-Usted es el Periodista?, cuestiona una joven secretaria de unos 22 años...
-Sólo soy el invitado, qué se le ofrece?, responde sereno.
-Señor, lo trataron bien?
-Sí…
-No lo golpearon?
-No…
-No le robaron?
-No…
-Le falta algo?
-No…
-Ya comió?
-Como nunca…
-Está usted bien…?
-Sí…
Una vez más el interrogatorio:
-Señor, le dijeron el motivo de su detención?
-No…
-Habló con su familia?
-Sí…
-Tiene abogado?
-No…
-Sabe que los oficiales cometieron un error, que no fue de la ciudadana Juez?
-No…
-Ni del Juzgado?
-No…
-Sabe que ya se puede ir?
-No…
-Sabe que a pesar del equívoco usted puede demandar al Juzgado?
-No…
-Cree que nos puede disculpar?
-No sé…
La voz de una espigada y atractiva mujer de no más de 40 años se acerca al “Tercer pasajero” y le expresa la tan lamentable frase célebre de quienes mandan en esas oficinas altamente refrigeradas:
-“Usted disculpe, está libre, ya puede irse a su casa”.
La bella rubia de 1.80 metros entrega la orden de salida a “El Lastre”, éste toma un atajo y sin mediar palabras ni mirar atrás, encamina al “Tercer pasajero” hacia la puerta de acceso del Cereso I.
En punto de las 4.40 de la tarde, entrega el oficio al vigía, sale del penal, le hace la “parada” a un taxi, paga el viaje, vuelve al lado del visitante, lo toma del hombro y se despide con el tierno y sensible:
-“Aquí no pasó nada, ¡Que Dios lo bendiga mi jefe!”.
El “Tercer pasajero” aborda el auto de alquiler y voltea para admirar las rejas que 21 horas y 40 minutos atrás se abrían para dar paso a su persona.
Con marcada nostalgia revivió las últimas horas de su vida dentro de aquel lugar que pensó que existían sólo en las novelas y películas de acción.
Un latido de su corazón en complicidad con un suspiro de su alma, lo regresó a la realidad y le indicó que la vida sigue y no se detiene; que no se debe estancar en el recuerdo de momentos tristes… en fin, que la vida es corta y se hizo para disfrutarla ¡para gozarla!
Entonces, despertó… “El Tercer pasajero” pidió de la manera más amable al taxista que lo llevara a su segundo hogar, pues sabía que en el primero nadie lo esperaba ya que su esposa lo había abandonado al no soportar el “qué dirán” y en su huida, se había llevado lo más sagrado para él: A su hijo.
Con el tono que lo caracteriza, firme pero delicado a la vez, se dirigió al operador:
-Señor, tendría la bondad de llevarme al “Bar Nizza”?, son las 4.45 y abren a las 5 de la tarde.
Pasaron más de 10 años y el “Tercer pasajero”, nunca supo porqué estuvo preso.

1 comentario:

  1. Felicidades, parece que te pasó a ti o a alguien bien conocido... o no?

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