Por: Arlen Fernández
A medida que trotaba en la playa noté la basura que la gente deja en la arena. Otras veces he sido testigo de eso y lo he pasado por alto, pero esta vez me dio gran enojo y eran demasiadas mis ganas de ver la playa nítida. Se convirtió en mi obsesión. Empecé a recoger todo lo que me encontraba enfrente.
No daba dos pasos sin que tuviera que agacharme a recolectar vasos y botellas plásticas, entre otras cosas. Lo que me impresionó fue ver a tantas personas acostadas entre todos esos desechos tomando sol. Pensé que quizás para muchos los basureros que la administración local pone al servicio de la gente, simplemente parecen tener una función decorativa.
Algunos de los que me vieron actuar “eco friendly”, me miraban con admiración e incluso creí haber inspirado a un par de ellos a seguir mis pasos, pero pronto descubrí que eran empleados de un lujoso hotel de Miami Beach, quienes hacían su trabajo y me agradecían por ayudarlos.
Para otros sólo era una loca acopiando basura ajena. Pero no me importó, al contrario, seguí haciéndolo también para ver si reaccionaban. En ese instante recordé lo que había leído en la columna de un colega en la que hablaba del inmenso basurero flotante en el océano pacífico y que crece día a día. En su artículo cuenta que dicho basurero fue descubierto por el oceanógrafo Charles Moore hace más de una década mientras viajaba de vacaciones en un crucero.
Muy pocos están concientes de este grave problema y es aún más obvio al ver tanta porquería en nuestras playas. Todos esos residuos que usted o yo botamos en las costas, téngalo por seguro que terminará en el océano favoreciendo así el crecimiento sin fin de la “sopa de plástico” como la llama Moore.
Los expertos sospechan que esta acumulación de basura en el Pacífico, provocada por los ciclos de corrientes, empezó a formarse en 1950, en los inicios de la era del plástico. En la actualidad hay en ese basurero flotante alrededor de cien millones de toneladas de desechos como bolsas, botellas y tapones de plástico. Estos no son biodegradables y sólo se foto-degradan lentamente por la luz del sol permaneciendo en el agua hasta por 500 años. ¿Todo ese tiempo? Lo más grave aún es que hay pruebas de que los peces los ingieren como alimento.
Muchos piensan que esto sólo se ve en países tercermundistas, como el que yo vengo. Pero el hecho de estar en una playa, frente a los elegantes hoteles visitados por turistas de todo el mundo, la teoría de que la suciedad hace parte del ambiente donde sólo viven los pobres, pierde valor y compruebo que no es cuestión de clases sociales sino de ignorancia.
Y aunque ese día terminé con la espalda desbaratada, no me arrepentí porque fue algo que me salió del alma. Luego, al compartir con una amiga mi experiencia, se escandalizó y me reclamó por haberme ensuciado las manos. Mi respuesta fue que no podemos ser tan perezosos de no querer botar la basura en su lugar y de no enseñarle a los niños a hacerlo.
Y digo “querer” porque de eso se trata: querer o no querer hacer algo por mejorar el mundo. Seamos más ecológicos, seamos “ECO FRIENDLY” y tomemos conciencia de que sólo estamos de pasada en este planeta en donde vivirán otras generaciones.
martes, 21 de abril de 2009
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